TENTACIÓN
Numa:
Estaba acostado en el pasto amarillento, reseco, el sol era un enorme disco rojo y hacía que el calor se sintiera como fuego en el aire, los tábanos zumbaban, únicos en movimiento haciendo reverberar la atmósfera sobre su superficie.
El árbol bajo el que descansaba, apenas si podía con su pobre y espinosa vegetación brindar algo de sombra.
Otros como él dormían más allá, entre las ruinas de alguna choza abandonada hacía mucho tiempo.
Su mirada dorada, escudriñaba el terreno con una agudeza que desmentía su aparente lasitud. Su oído magnífico le traía sonidos desde kilómetros de distancia, ninguno que le inquietara.
La tarde era interminable, la sabana parecía detenida en el tiempo. De pronto un sonido familiar lo hizo erguirse en silencio, entrecerró los ojos focalizando el lugar de donde provenía el ruido. Una pequeña gacela se había arriesgado a llegar a la orilla para beber.
Esbelta, delicadísima, con ojos de terciopelo que reflejaban el agua y orejas sensibles en movimiento, tratando de percibir cualquier peligro.
Bebía con sorbos cortos y levantaba la cabeza, temerosa.
El la miraba fijamente, giró las orejas buscando algo que le indicara que los otros la habían oído también. Nada. Dormían satisfechos. Habían comido bien por la noche cuando las hembras salieron de caza.
El instinto lo hizo seguir mirando hipnotizado. La gacela sació su sed y como disparada saltó de pronto y desapareció en la maleza.
Volvió a tenderse. No tenía hambre, solo fue la tentación de algo tan fácil que lo había movido por unos momentos a dejar su quietud, mimetizada con el paisaje color de su melena.
Clara
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