Cuando desperté estabas ahí. Mi lengua sabía a sangre, los huesos me temblaban, tenía los párpados cerrados por el dolor pero aún así podía verte. Llevabas puesto el descaderado de anoche y tu sangre lo adornaba, a no ser que fuera la mía. Llevo mi mano lentamente a tu rostro, me han partido el brazo, sólo siento la tibieza de tu piel cuando mis dedos te alcanzan. Todavía estás viva. Mentira. Mi otra mano puede hacerlo mejor, no está herida. Ahora retiro esos sucios cabellos de tus ojos y puedo ver que observas las nubes. También hay sangre en tu boca. ¿Por qué no parpadeas? Mis dedos pasan lento creando sombras sin forma, levitando sobre esas noches vacías fijadas en el cielo. Intento levantarme. Tengo una bala en la rodilla izquierda, la pierna tiembla con el agudo desgarramiento y caigo de nuevo. Lo peor es que el brazo roto amortigua la caída. Pero no importa, sólo quiero besarte. Estás fría. Bésame. Bésame por favor. No lo hagas. Detente. ¿A dónde vas? Quiero creer que me abandonas, así me dejaría morir aquí sabiendo que estás viva. Pero no haces nada. Lo noto, tienes un agujero de bala en el abdomen. Comienzo a reconocer los olores. Entre la hediondez del basurero puedo percibir tu aroma de frasco transparente y tapa rosa, lo compré sólo para ti y lo sabías, era tuyo, lo usabas únicamente cuando salías conmigo. Pareciera como si lo viera luchar con la mierda, ambos desean llegar a mi nariz. Llevo mis dedos a tu cuello, no me convenzo. Un leve golpe como respuesta sería suficiente, recostaría mi magullado cuerpo sobre la hierba y contento moriría. Pero nada, no hay nada. Recuerdo. Descanso mi cabeza sobre tu pecho y recuerdo. No tenías por qué dejar tu trabajo. Estábamos bien así, yo me comía la lengua por las noches y de día eras mía. Nunca te prometí llevarte lejos de tu mundo, porque te amaba. El error fue enamorarte. Te acepté, y tú no pudiste aceptarte. Tus pechos ahora huelen a orines. La blusa está húmeda todavía. Me doy cuenta de que todo tu cuerpo apesta a lo mismo. Estás bañada en el orín de algún bastardo. ¿Cómo hago para morirme? La mano buena no es capaz de ahorcarme. Corazón, ¿me estás esperando allá donde fuiste? Risas. Pasos. Han vuelto. Ahora la mano buena sí quiere actuar. Esperemos que la vean moviéndose. Se han puesto serios, según parece notaron el movimiento. Relámpagos fulminantes que cruzan mi cuerpo y terminan en el tuyo. Me voy yendo y vas viniendo. Voy yendo y vas viniendo, siempre te dije que esa camisa se veía mejor en blanco, qué va, si no eran orines, eran mis lágrimas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario