EL GATO VERNE
Cada dos lustros él hace su presencia imponente y llena de algo inefable. Esa presencia en la puerta de la casa nos ocasiona una vorágine en nuestros recuerdos de los lustros ya pasados, perdidos y rutinarios. Lo primero en lo que nos fijamos y nos sorprendemos es de la gran altura del gato Verne, mide más de dos metros y siempre que le abrimos la puerta nos topamos con su gran panza pues tenemos que salir a fuera para verlo por completo. Unas rayitas pequeñas y negras le hacen de pupila en los ojos amarillos y dantescos. Siempre esta parado y no camina en cuatro patas como otros gatos, su mirada es fija y mira a otros lados sin girar trastornadamente la cabeza. Siempre se cambia de color, la última vez vino de índigo, pero este año vino de café con el olor y todo.
Lo que más se nos atinó a hacer cuando lo vimos en la puerta fue jalarse los bigotes largos, son tan grandes que podrían usarse como cordeles, volteó levemente y como que nos invitaba a invitarlo. Todos sabemos lo que hay que tener en cuenta: No hacerle escuchar el Para Elisa, no decirle palabras complicadas porque no le gustan los diccionarios, no preguntarle sobre los lustros pasados, puede que él si recuerde lo que nos hizo ingerir con su presencia, en nuestros corazones rudos ya que nunca seguimos siendo los mismos.
La alegría llega cuando estamos dormidos y desmayados, sucede que nos damos las buenas noches y apagamos las luces, el gato Verne queda en medio de nuestra sala, estoico como es de costumbre, nos vamos a dormir cuando el cierra los ojos. Cada uno en su cuarto escucha unas pisadas lentas como la de un fantasma paupérrimo y luego llegan unas pisadas más fuertes pero no vienen de afuera, vienen de nosotros, son los latidos tímidos, pero ahora se nos van a quebrar las lunas de las ventanas y es cuando cada uno de nosotros grita, ya sabemos que hacer, nos encontramos en la cocina y nos agarramos muy fuerte, nos gritamos en vano, nada se escucha, la casa tiembla pero nada se cae, el gato esta haciendo cosas extrañas: Son sus motorizados adentros.
Cuando se nos va, nos pasa algo raro, todos nos miramos antes de cerrarle la puerta, nos preguntamos muchas cosas, nos sentamos a charlar sobre porque nos pasa eso cada diez años, ¿porque viene a nuestra indeseable y desconocida casa?, por ahí siempre uno de nosotros dice algo así como que lo único que debemos de hacer es seguir viviendo.
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