LAS LÁGRIMAS DE LA VERDAD
Al correr de los años Univy creció y se convirtió en una jovencita de gran corazón, bondad y un sentido de la justicia admirado por todos sus vecinos.
En el condado habitaba un Conde, nadie le quería, era un ser huraño y amargado. Un día un aldeano le acusó de haber arrasado sus cosechas. Por maldad lo divulgó por la aldea. Los vecinos furiosos se dirigieron al castillo del Conde para pedirle explicaciones, el Conde negó todos los hechos, pero no le creyeron. Empezaron a apedrearlo amparados en la multitud. Univy miró al Conde a los ojos y vio la verdad. Una pena dominaba si vida, una piedra fue a parar a su cara, se balanceó y cayó de bruces. Univy se acercó, le puso una mano en el pecho, respiraba. Estaba vivo. Una corriente de amor salió del pecho del Conde atravesando su mano y llegando a todo su ser. Le miró a los ojos y su mirada le llegó hasta el corazón, vio en su interior la tristeza eterna de un hombre que no quería vivir sin su amada, que no quería olvidar. Su amada murió y él se quedo muerto en vida.
Los sentimientos del conde emocionaron tanto a Univy que de sus ojos brotan dos lagrimas, una cayó en el pecho del Conde inundando todo su ser de amor, un nuevo amor. Sus ojos se encontraron y se comprendieron. La otra lagrima la recogió el haga de la verdad para entregársela a otro corazón necesitado de amor y justicia.
Madrid
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