*** Cómo Publicar Tus Cuentos***

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martes, 21 de noviembre de 2006

AMPARADA POR LA MAGIA

En un banco de la plaza, bajo la sombra protectora de la encina, con la mente vacía de pensamientos ociosos, gozaba del aire puro. La noche había devorado al día, tragando los rojos bermellos del atardecer lentamente conociendo su triunfo, dejaba que la luz batallase inútilmente.

Se fue acallando el bullicio de voces, los niños se retiraban agotados por los juegos, los pájaros silenciaron su intrincado discutir sobre las ramas, reclamando cada uno su lugar.
Era la hora mágica de los amantes, de susurros, abrazos y besos apasionados. Las luces entre las ramas generaban figuras fantasmales, era el despertar de los duendes, las hadas se desperezaban insolentes, oliendo los jazmines de la glorieta y salían con vuelos luminosos a retozar entre las enormes rosas del macizo.
Un perro que dormía bajo el pino, que había transformado en su hogar, bostezó sonoramente, amo ahora del lugar, fue hasta el bebedero, donde todos los días algún corazón generoso, dejaba un recipiente con comida y llenaba el envase de helado blanco, con agua fresca.
Mordisqueó apenas y trotó hasta el rosedal, y delicadamente, olió una a una las rosas, rojas, amarillas, púrpuras, sin lastimarlas.
Las hadas lo saludaban con suaves aleteos que desprendían fosforescencias, y sus risas sonaban a campanitas. Él movía la cola, y la lengua salió roja cuando su boca esbozó esa sonrisa tan discutida, porque el hombre había decidido que los animales no pueden reír. Pobres tontos!
Algunos gatos curiosos contemplaban sin sorpresa la escena y con indiferencia, seguían su ritual de ases.
Los duendesillos trabajaban la tierra entonando canciones, mientras esmeradamente trataban con su mística alquimia los troncos y raíces para que los árboles y flores lucieran esplendorosos.

La luna llena, reluciente, apareció sobre las copas frondosas, transformando la noche en un espejo plateado para que hadas y duendes se reflejasen en los charquitos residuales del césped regado.

Y amparada por la magia, la mujer era testigo de tan maravillosa realidad que algunos llaman fábula.

Clara

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