*** Cómo Publicar Tus Cuentos***

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sábado, 18 de noviembre de 2006

A LA QUERIDA MEMORIA DE CUKI

No medía mas de 12cms., estaba sentado en la vereda de enfrente mirando hacia mi puerta. Blanco, peludo y con un gorro negro en las orejas y cabeza como si se lo hubieran dibujado, perfecto. Cuando me vio hizo un “miau” como de reconocimiento, lo fui a buscar y fue “Cuki”. No se cuando lo habían abandonado pero fue amor a primera vista.

Tenía una mancha negra en el lomo, del tamaño de una moneda de 50cms. Éramos el uno para la otra, me esperaba a la hora exacta que llegaba del trabajo y era de esos gatos parlanchines, todo comunicación.

No creció mucho de alto, era petizo y morrudo, hermoso y mimoso. Fueron seis años de una compañía y comprensión increíbles, hasta que una noche no volvió. Lo busqué por todos lados, al llamado de “Cuki” siempre acudía, pero hasta la otra tarde no volvió. Habló mucho, comió mucho, durmió un poco, por mis reproches, creo. A la noche pidió salir y ya no volvió por dos días. Mi preocupación crecía y repitió lo mismo, cada vez más espaciado entre una visita y otra. Hasta que su ausencia llegó a quince días.

Por fin después de mucho buscar, lo encontré, porque me llamó él desde un tapial de un terreno abandonado a dos manzanas de casa, cruzando la avenida.
Lo agarré y lo traje, comió bien, recorrió la casa y volvió a irse. Lo seguí, y así vi el motivo: era una gata barcina que vivía en el terreno, a quién algunas almas caritativas (todavía quedaban) le daban de comer.

Allá estuvo más de dos años sin volver a casa, pero yo lo visitaba y acudía a mi voz. No se cuanta descendencia habrá tenido, porque era el “marido oficial” de ella y la protegía de todo.

Pasó un tiempo en que no la veía a ella y pregunté, nadie me dio una explicación, no se si estaba enferma o postrada, él no se acercaba a mí, me hablaba desde el tapial como pidiéndome que entrara. Evidentemente ya no le daban de comer y comenzaron a edificar en el solado. No lo veía más y mi angustia crecía.
Una mañana muy temprano, yendo a cruzar la avenida, en una vereda entre los pastos, oí la voz de “Cuki” llamándome. Cuando me acerqué vino a mí con desesperación, se acurrucó en mis brazos. Del moribundo gato no quedaba mucho, estaba sucio, flaco, sin fuerzas, pasado de hambre, pero con tanto amor y angustia en su voz y sus ojos, que entendí que su amor había muerto. Fiel a su sentimiento había permanecido a su lado hasta que los obreros llegaron y tiraron todo lo que fue su refugio de amor.

Cuando llegué a casa con él ¡había tanto agradecimiento, reencontrándose con todo!
Comió pero creo que estaba demasiado pasado de penurias y hambre. Fui a mi trabajo y al volver “Cuki” estaba muerto.

Lloré mucho, pero me consolé pensando que había hecho su vida como quiso. Jamás en los tres años que estuvo con ella, me olvidó, ni dejó de acudir a mi llamado, lo mimaba, y volvía a su amor.

Y murió aquí, sabiendo que había vuelto al hogar que lo cobijó cuando lo abandonaron de bebé.

Está en mi recuerdo como paradigma. Ellos también se enamoran perdidamente y son fieles hasta la muerte.

¿Quién dijo que no tienen memoria? Algunas personas indiferentes que creen que los animales no tienen sentimientos ¡Qué error!

Llegaron otros con personalidades diferentes, con formas distintas de demostrar amor.
Ocho años después volví a encontrarlo en la misma circunstancia, la misma estructura física, la misma mirada y saludo de reconocimiento, pero esta vez como una hermosa gata que me acompaña, que tiene las mismas costumbres, que conversa como él pero, no sale ni a la puerta y disfruta del hogar.

Volvió para cerrar el círculo de vida juntos, que en su paso anterior, se cortó por su apasionado amor. Ahora su nombre es “Luz”.

Clara

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