CUENTO RECLUTA
El destino familiar se repitió también en su caso, aunque precozmente.
La muchacha, 18 años recién cumplidos, era hermosa; pero su rostro mostraba tristeza en la mirada, en cómo enarcaba las cejas y fruncía el ceño.
Sus padres le dieron la noticia, la misma que habían repetido en los últimos años a sus siete hijos.
Ella no lloró, prefirió refugiarse en su destartalado cuarto. Miró toda la habitación; fijó su atención en una fotografía, en ella se veía a su hermano menor, quien se enroló en la milicia popular hace tres años y anteayer falleció en un combate contra los militares del gobierno.
La joven recordó a sus familiares, todos, involuntariamente, comprometidos con esa guerra absurda y sangrienta.
El padre abrió la puerta, afuera le estaban esperando los hombres, vestidos de verde, serios y distantes.
Ella se levantó, tomó el fusil, herencia de su hermano, y salió de la humilde casa sin pronunciar palabra. Rastrilló y se dispuso a disparar.
Los padres, de pie junto a la puerta del maltrecho hogar, oyeron disparos a lo lejos.
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