CAMBIOS
La fortaleza más grande de aquella mujer radicaba en su capacidad de mutar, de transformarse en lo que quería: animal o persona. Y al principio lo aprovechó muy bien: fue el juez que liberó a su padre, un consumado asesino. Al verdadero juez la mujer le secuestró y luego su padre, en secreto, lo mató. Hizo mil cosas malas y otras mil buenas, pero nunca consiguió conocer el amor.
En el pueblo, la gente empezó a sospechar de su don y a cuidarse de él, pues su fisonomía sí se transformaba completamente, pero sus ojos, no. Tenía la mirada más triste de aquel poblado, y todos lo sabían. Había besado y se había acostado con muchos hombres, pero siempre en el cuerpo de otra. En el de ella, en el verdadero, jamás, nunca. Un día decidió enterrar su don en el olvido y tratar de ser feliz. Sin conseguirlo, al menos hasta este momento, en el que la veo cruzar la calle, acompañada por su padre, marchita y cansada de buscarse a sí misma.
Juan Secaira Velástegui
Ecuador
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