CULPABLES
El murciélago, enorme y con una expresión espantosa, surgió de la oscuridad, y con sus alas, especie de ventosas sangrantes, escribió una palabra en la tierra húmeda de aquel paraje tropical. La pareja no se movió; totalmente aterrada por lo abrupto de la situación. Cuando el animal desapareció, los dos se acercaron; el principio de un nombre estaba escrito en el suelo. Se miraron mientras se oía, cada vez más cerca, el aleteo vertiginoso de cientos de murciélagos, que copaban el aire con sus angustiantes chillidos de excitación.
Por favor,- dijo él, -mátame tú. Prefiero eso a que me desgarren esos animales después de haber leído su nombre en la tierra; resignado y transpirando como nunca antes lo había hecho. Al tiempo le entregó el revólver a su mujer.
No entiendo por qué los murciélagos quieren matarte. Según la tradición solamente exterminse lamentó ella, con-an a los infieles una ingenuidad que la hacía más bella todavía.
Mmhh-
Al oír la respuesta de él, la mujer no dudó; disparó dos veces al pecho de su marido, en quien había confiado desde que le “robó” de la casa paternal, hace más de diez años. Justamente en ese momento los murciélagos aleteaban frenéticos y hambrientos. Ella lanzó el arma y emprendió la huida; conciente de la identidad de la próxima víctima. Dio media vuelta en el preciso momento en el cual la sombra sádica se aproximaba al encuentro con el cuerpo inerte de su ex amor. Temblorosa, apresuró el paso.
Por favor,- dijo él, -mátame tú. Prefiero eso a que me desgarren esos animales después de haber leído su nombre en la tierra; resignado y transpirando como nunca antes lo había hecho. Al tiempo le entregó el revólver a su mujer.
No entiendo por qué los murciélagos quieren matarte. Según la tradición solamente exterminse lamentó ella, con-an a los infieles una ingenuidad que la hacía más bella todavía.
Mmhh-
Al oír la respuesta de él, la mujer no dudó; disparó dos veces al pecho de su marido, en quien había confiado desde que le “robó” de la casa paternal, hace más de diez años. Justamente en ese momento los murciélagos aleteaban frenéticos y hambrientos. Ella lanzó el arma y emprendió la huida; conciente de la identidad de la próxima víctima. Dio media vuelta en el preciso momento en el cual la sombra sádica se aproximaba al encuentro con el cuerpo inerte de su ex amor. Temblorosa, apresuró el paso.
Juan Secaira Velástegui - Ecuador
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