EL SIGNIFICADO DE LAS PALABRAS
Leyendo a Papinni y su hombre común sentí la necesidad de tomar el papel y relatar una historia que por común es simple.
Lo conocí cuando el alma apenas se va conociendo, esa edad en que transcurren las cosas como quieren y uno quiere que transcurran. No recuerdo el primer día en que lo vi, ni el último, sin embargo la vaga idea que rondaba mi vida se hizo clara muchos años después.
Nos definimos por cosas tan sutiles que perduran toda la existencia, y luego después nos plantamos fuertes ante la vida y decimos ser de esta forma o de esta otra, sin pensar que solo somos el producto de un pensamiento en un tiempo de etéreas visiones.
Como decía era joven, no era bonita en la época, ahora sería la más hermosa de las reinas anoréxicas, pero en mi época la carne se valoraba al cien, así que ni siendo bonita ni fea me pasaron cosas que aun sin ser insólitas merecen ser contadas.
Lo conocí y llámenlo gusto o necesidad me uní a él en la más infantil de las experiencias. Como todo niño hacíamos de todo y a la vez no hacíamos nada. Después de muchos años el me recordó las acciones pero al mirarlas a través de una experiencia, carecían de significado en mi corazón.
Lo curioso del asunto fue esa tarde en que por primera vez se me hizo una pregunta que me estaría rondando en cada esquina durante muchos años y una conducta que me persiguió para siempre, es la pregunta más sencilla que se hace siempre que los celos y la duda penetran en el alma, - ¿Por qué estas con el si es mío?-. Yo inocente da tanta porquería del mundo abrí los ojos y la boca a la vez, y mi mente empezó a hilar los momentos más fugaces y comprendí en un segundo lo que mi maestra de literatura quiso enseñarme en diez años: el significado de las palabras y en este caso el de la palabra traición. Quise explicar que yo era la ofendida, que tal vez yo debería usar el tono altanero con el que se me ultrajaba, sin embargo solo un sonido gutural salió de mi boca y unas palabras que hasta hoy eran inexplicables salieron de mi ser: yo no estoy con él.
¡Esa negación me siguió muchos años! No entendía si mi cerebro se había rebelado, sí había madurado en un segundo o si en algunos casos inexplicablemente se desconecta el nervio desde la corteza cerebral y muere en una lengua independiente.
Luego, de veintitantos años (aún no soy tan vieja) entiendo lo que mi pequeña y menudita maestra de literatura deletreaba y con angustia quería hacernos comprender; la palabra destino.
Ahora están juntos, lo digo con la simpleza de un corazón que no siente la nostalgia. Pero con la sencilla convicción de que todo lo que decimos, hacemos y vivimos está escrito.
Colombia
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