LA EXPLOSIÓN
Tanta es su fijación en el polvo que cubre todo el campamento que, por unos segundos, no se percata de que no oye nada; un escalofriante silencio acompaña sus torpes pasos.
Toma la metralleta y se dispone a abandonar esa tierra, a escapar, de una vez por todas, del olor a sangre y fuego.
Cree que es el único sobreviviente, sonríe satisfecho y patea los restos de cuerpos que encuentra en su camino. La soledad le otorga valor y hasta cinismo, por eso la bala que penetra por su espalda le sorprende. La sensación de mutismo, de terrible levedad cubre su ser; a sus oídos no llegan ni el golpe de su cuerpo golpeando contra el piso ni la celebración de su ejecutante: un niño de 10 años que, a voz en cuello, grita: “Lo he matado, he matado al maldito que destruyó nuestra aldea. Papá, papá, ven a ver esto, papá…” Pero el progenitor del pequeño soldado tampoco puede escucharlo: su cuerpo, partido en dos, descansa entre la maleza de esa espesa amazonía.
Ecuador
1 comentario:
Hola José,
Leí tu cuento y me gustó muchísimo. No soy crítico literario, ni nada por el estilo. Soy un simple bibliotecólogo que es aficionado a escribir cuentos y ahora tiene el proyecto de escribir dos novelas. Aunque tengo sueños, como el de publicar libros, siento que a veces se queda en meras intensiones. Hasta aquí te cuento, me gustaría poder hablarte y compartir algunas cosas acerca de escribir.
Mauricio Medellín Colombia.
mauromisas@yahoo.es
Publicar un comentario