*** Cómo Publicar Tus Cuentos***

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viernes, 4 de enero de 2008

EL ÁNGEL

La niña, lenta y oficiosamente, cumple el ...

La niña, lenta y oficiosamente, cumple el rito acostumbrado, y ya implantado, como un chip, en su cerebro. Destaja el cuerpo en finos pedazos, largos y angostos; luego se dispone a sacar el corazón y el cerebro, y guardarlos en unas bolsas químicas, especialmente confeccionadas para resguardar la calidad del producto. Los órganos pequeños los bota al suelo, en donde se han reunido, como cada viernes, perros, gatos, ratones, para saciar su apetito semanal.

La pequeña va organizando los corazones y los cerebros según su tamaño, luego se lava las manos y etiqueta las fundas, de acuerdo a la calidad les pone precio.

Sus padres entran raudamente, toman las bolsas, las ponen en una canasta grande y salen al medio de la calle, a ofrecer su producto a las personas, la mayoría con la mirada perdida y muerta de frío, que compran las fundas con desesperación y apremio.

La niña se aleja de los animales hambrientos, y, sin que nadie la vea, saca de debajo del delantal un corazón pequeñito y aún latiendo. “Éste sí debe ser de un ángel, lo siento así, con él si podré volar y alejarme de todo esto”, murmura y le da un generoso mordisco.
Desde el fondo de la oscura habitación le observa su hermano, el encargado de subir hasta los barrios que se apilan en lo alto de las montañas y conseguir víctimas que sirvan para el lucrativo negocio de sus padres. Su mirada es de pena y cariño a la vez. “Acá ya no hay ángeles”, dice al tiempo que su hermana comienza a llorar silenciosamente, como cada viernes en esa ciudad de frío y desesperanza.



Juan Secaira Velástegui
Ecuador

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