*** Cómo Publicar Tus Cuentos***

Este blog está dedicado a los cuentistas de habla hispana. Aquí podrás publicar tus cuentos y comentarios.

1-Recuerda que no publicamos cuentos ofensivos hacia los credos, creencias, personas, empresas, etc.

2- Revisa la ortografía y la gramática antes de enviárnoslo.

3- No olvides agregar tu nombre o seudónimo, como así tampoco el país desde donde escribes al final del cuento!.

4- Este es un blog de cuentos breves, no tomaremos textos que superen las 1.000 palabras.

5- Todos los textos son revisados por nuestros editores, por lo tanto, no podemos asegurar que se publique ni cuanto tiempo nos lleve hacerlo.

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lunes, 21 de mayo de 2012

EINSTEIN Y TAGORE

Cierta vez se reunieron a hablar de la Verdad el más famoso científico, Albert Einstein y el premio Nóbel de literatura, el místico hindú Rabindranath Tagore.
Tagore: “Observad la belleza de la naturaleza, la perfección de la vida como un todo; Dios permea todo, es omnipresente y por eso las almas y la naturaleza tienen que evolucionar”. 
Einstein: “Hay leyes que gobiernan la vida. Causa y efecto es una. Esta misma aplicada a las almas es llamada la ley del karma o lo que es lo mismo “lo que siembras cosechas”. Debido a que el alma es un átomo (atma) consciente de su existencia constantemente influye la materia. La segunda ley de la termodinámica es la entropía, significa que todo se degrada, se envejece. 
La primera ley de la termodinámica es la Conservación de la Energía, ‘nada se crea, nada se destruye’. Por lo tanto, Dios, almas y materia –por ser energías -, son eternos e interactúan formando el gran drama cíclico de la vida”.
Tagore: “Dios está en cada uno y en todas partes, ese es mi sentimiento”.
Einstein: . “La Verdad, Dios, El Absoluto, debe estar más allá del cambio, llámelo la Morada Suprema, Nirvana o antimateria. Si estuviera inmerso en la materia, todo el universo reverberaría de sus cualidades como amor, felicidad, pureza, etc., lo cual no es así; también se degradaría y entonces no habría quién revirtiera el proceso de máxima entropía a su máximo orden otra vez”.
Se ha dicho que las almas somos a imagen y semejanza de Dios; El/Ella es el Alma Suprema.
Tagore: “¡Usted no reconoce la grandeza de Dios!”.
Einstein: “Su grandeza no radica en el tamaño. 
Y concluye Einstein: “Estimado amigo, entonces yo soy más religioso que usted”. 

Todas las ideas son respetables.
Sin embargo, la última verdad solamente puede ser experimentada en el laboratorio del propio mundo interior y con un corazón honesto y una mente abierta. 

www.bkwsu.org/ecuador 

domingo, 6 de mayo de 2012

LOS TEJEDORES DE UVAS

Un día, cuando era niño, vi a mi abuelo tomando vino. Me dio curiosidad y le pregunte qué era lo que bebía, a lo que sólo me respondió que era vino y que se hacia de uva.

A mí me encantaban las uvas, así que insistí a mi abuelo y conseguí que me permitiera probarlo. Me fue imposible ocultar mi decepción, aquello no tenía el sabor dulce de las uvas. Pedí a mi abuelo que me contara cómo se preparaba el vino y él, después de pensar un momento cómo explicarme, y de ver a mi abuela que tejía cerca de él me dijo:

- El hombre que hace vino realiza un trabajo no muy distinto del que hace tu abuela con ese par de agujas. Sólo que para hacer vino no usas hilo, tú tarea consiste en tejer uvas. Tomas un racimo tras otro y con ayuda de un fino par de agujas los tejes hasta dar forma a un delicioso vino. Al igual que las prendas que realiza tu abuela, el tipo de vino que se obtiene depende de cómo se teje, y la calidad de lo que te esmeres en hacerlo. Es un trabajo lleno de amor.

Desgraciadamente ahora son pocos quienes realizan el vino de esta bella forma, ahora utilizan maquinas que unen racimos y racimos de uvas a grandes velocidades. Terminan en unas horas lo que antes a un tejedor de uvas le tomaba semanas, pero no obtienen el mismo resultado. El vino tejido a mano es mucho mejor que los vinos de ahora.

Aquella explicación me sorprendió y me lleno de curiosidad, no entendía cómo un hombre podía tejer racimos de uvas y obtener botellas llenas de vino.

Hoy, después de varios años de aquella explicación – y a un año de la muerte de mi abuelo – he logrado ir a ver como preparan un vino artesanal, fue algo… maravilloso. Tal como me lo había contado mi abuelo, los tejedores de uvas tomaban sus agujas y un canasto lleno de racimos de uvas, dispuestos a convertirlos en el mejor de todos los vinos.

Eleazar Mixtli
México
cuentosclarosychocolateespeso.blogspot.com 

EL DILUVIO

En una temporada de invierno hubo tanta lluvia que el pueblo se inundó. Todos corrieron a las cumbres de las montañas para protegerse. Solo quedó el sacerdote del pueblo, convencido de que la misericordia de Dios lo protegería.
Cuando el agua ya le llegaba a los tobillos, apareció alguien en un carro para ayudarlo. Pero El no aceptó marcharse pues la misericordia de Dios era mucho más grande y lo salvaría. Cuando el agua le llegaba al cuello, un barco fue en su búsqueda para salvarlo. Pero de nuevo rehusó irse alegando que la misericordia de Dios era infinita. 
Estando el agua a punto de tapar la iglesia, el sacerdote no tuvo otro remedio que colgarse de la torre de esta. Entonces, apareció un helicóptero para rescatarlo. Y de nuevo, se negó a marcharse diciendo: “Confío en la misericordia de Dios, El me protegerá”. 
Estando en las puertas del cielo frente a Dios, con suma indignación, le reclamó: “¿Padre Santo, Por qué me has dejado ahogar si yo tenía tanta confianza en Ti y que me salvarías, ¡es que no miras la fe de tus hijos!? Dios le contestó: “¡Te envié un carro, un barco y un helicóptero!. ¿Y aún dices que Dios no ve la fe de sus hijos?

Si usted hace lo erróneo y trata de probar que está en lo correcto,
el tiempo se reirá de su estupidez.
Somos libres para decidir qué hacer con nuestras vidas.
El Padre Supremo sólo puede enseñarnos la mejor manera de utilizarla.
Esa es su misericordia.
Dios propone y el hombre dispone.



Javier gómez - Colombia
bkjavier@gmail.com 

TÚ Y LA MAR

Hijo, yo quise que fueras profesor, por eso te envié a la escuela normal de maestros; como tu mamá fue una gran maestra, pensé que ello te inspiraría a seguir la carrera docente. También quise que fueras médico y te matriculé en aquella Universidad distinguida; y hasta hoy siento pena. 
Tú no traías vocación para esas grandes y abnegadas profesiones. Siempre me dijiste que preferías ser un vago feliz a un profesional desdichado. Hijo, no tuve el dinero suficiente para matricularte en la escuela de aviación. Se que por eso buscaste a tu tía, ella si podía ayudarte. Pero pasó lo que yo más temía. Querías hacerme sufrir y lo lograste. Siempre espere lo mejor de tu parte, pero recibí la peor noticia, lo que temí.
Aprendiste a dirigir aquellas grandes naves, para desde lo más alto estrellarte contra la mar. Hijo tu naciste en las montañas de aquella tierra bendecida, tu debiste volverá a ellas y ser enterrado junto al pinar. Pero tuviste que marizar tu cuerpo en el océano, sus aguas me hacían temer lo peor. La mar no era lo tuyo, siempre trataste de ahogarte, comenzando cuando de niño te llevaba a Apulo, al centro turístico y por milagro fuiste rescatado por los pescadores; luego fue en el Obispo, en esa playa los socorristas llegaron a última hora, te rescataron y se operó otro milagro. Después fue en Los Cóbanos y las playas de Acajutla, fueron muchas las veces que la Providencia cuidó de ti. 
Y hoy enfrente a este golfo inmenso a penas me sostengo. He venido a dejarte flores. La mar como una madre te recibió. Hijo no sé que hacer. He abandonado la gran cuidad y no se como todavía estoy de pie frente a la tarde y un sentimiento extraño empapa mi alma.

Edgar Iván Hernández, cuentista salvadoreño -1965.- 

UN DÍA DE PRIMAVERA A LAS 6

Llega pronto, cinco minutos antes de la cita de todos los días, así que decide aminorar el paso y, con gesto lento, mirar el reloj que lleva en la muñeca. 

Aun siendo las seis de la tarde de un día cualquiera de primavera, los transeúntes andan con prisa y a medida que se acercan a la estación de metro de San Bernardo, aceleran el paso obligando al tiempo a esfumarse con rapidez para llegar antes a casa. 

A ella, esa pequeña espera le parece deliciosa. Les observa, les sonríe y, mientras, fija la mirada a lo lejos de la calle Alberto Aguilera esperando verle. Se impacienta, mira de nuevo su reloj y se atusa el pelo nerviosa dedicando esos pocos segundos antes de verle a mejorar, con gesto coqueto, su imagen.

Al fin lo ve. Una gran sonrisa le come la cara. Y ella le responde de la misma manera. Mueve las manos nerviosa y, traviesa, le indica que llega tarde otra vez. 

Él la besa, la abraza y bromea atrapándola entre sus brazos para impedir que se vaya. 

Ella le sostiene la mirada y con las manos le dibuja mil y un sonidos, mil y una palabras de amor, de gestos que indican enfado por su tardanza. En sus pupilas brilla el ansia por retener esos pequeños momentos antes de que la boca de metro la acabe engullendo. 

Se besan otra vez y lentamente separan sus cuerpos moviendo nerviosamente las manos para pronunciar un 'adiós' tan sonoro que apenas sea imperceptible para el resto de viandantes. Nadie les oye, ni siquiera aunque intenten escucharles. 

Y es en ese momento en que las cabezas se giran, les miran y miles de sonrisas despiden a la chica rubia que el metro secuestra. Otra vez, otro día más, él se vuelve y cabizbajo emprende como cada tarde su camino hacia casa. Un sms le dirá esta noche lo mucho que la quiere. Al fin y al cabo las palabras si quedan escritas tienen mucho más valor que las que dicen que se lleva el viento. 


Susana Cabrita

domingo, 25 de marzo de 2012

RETALES DE UNA VIDA

Siempre fue una persona muy peculiar de imaginación desbordante. Entonces, se había empecinado en reinventarse y conseguir que todo el mundo la llamara Rosita. Su abuela - una persona de principios la cual, según ella, odiaba mentir- no podía aceptar la petición de su nieta sobre dirigirse a ella con ese nombre delante de sus nuevos amigos. Pero, como se afanaba tanto en conseguir aquello que más quería, llegó el día en que la Sra. María la llamase a voces por ese nombre desde el balcón para que subiese a cenar. Rosita se sintió orgullosísima, más que de la anciana, de sí misma. De nuevo, había logrado algo impensable: que la arrogante de su abuela se doblegara, que se rindiera esta vez ante lo que, pese a su corta edad, ella misma reconocía como un estúpido capricho. Un mero empeño infantil que la estaba obligando a saltarse su ética cristiana.
Recordando aquellos momentos, ahora piensa que posiblemente lo de su nueva identidad supuso un punto de inflexión en su vida. Hasta entonces había albergado en su yo profundo una tenue llama. Pero, aquel verano decidió reavivar su fuego interior y se convirtió, ya no en alguien diferente, sino en eso que ella era realmente y que no se había atrevido mostrar hasta la ocasión. No solo se trataba de un nombre cursi del agrado de una niña, era el impulso que necesitaba para abrirse al mundo y gritarles a todos que era la maravillosa Rosita.
Además, aquella impostura -que tuvo la templanza de mantener durante un largo mes de agosto- originó situaciones insólitas, las cuales han pasado a formar parte de su más vívido recuerdo. De entre ellas, cabe destacar una de un surrealismo existencialmente humano. Los abuelos habían decidido pasar aquella calurosa mañana con su nieta, en la playa. Como otras tantas mañanas de sal y arena, había transcurrido todo con normalidad: El viejo bajo la sombrilla, cerveza en mano. La Sra. María abordando, junto a las voluptuosas señoras de al lado, temas de interés social, con la necedad y la ignorancia que caracterizan a muchas de las personas de una determinada edad, estatus y cultura. De repente, sobrevino el pánico y el desconcierto. Los niños se gritaban unos a otros y a sus padres: “Es el abuelo de Rosita, es el abuelo de Rosita”, señalando a éste, mientras estaba sufriendo un derrame cerebral bajo el sol ardiente de aquella playa.
Sí, fue raro, muy raro. Se mezclaron la verdad que duele, del abuelo muriéndose ante su impotencia, y la mentira, que le ofrecía la oportunidad de ser la persona que ella anhelaba. Quizás -ya no se acuerda-, le hubiese gustado contar en ese momento con el apoyo de sus padres, de su gente de siempre, quienes la hubiesen protegido y calmado diciéndole algo así como: “No llores más, Vanesa, va a ponerse bien”.

Laverne

domingo, 21 de agosto de 2011

FIN DE CUENTO

Me retiro fumando un cigarrillo.
Tal el fin de mi participación como protagonista de esta historia.
Así termina mi vida.
Nada más que eso. Luego de haberme hecho amar hasta la locura, matar con el mayor de los odios, llorar hasta quedar sin lágrimas ni saliva, me retiro fumando.
No quiero.
No es lo mío dejar que se diluya mi vida en unas pocas palabras.
Tengo que recuperar aquello que dejé.
Morir para poder vivir con los que maté, como si al hacerlo no estuviera muriendo de a poco, y vivir para poder seguir amando a los demás, aunque esto también signifique ir muriendo.
Porque se que el fin es inevitable, pero quiero retirarme apasionado, encendido, vibrando.
No ocultándome bajo la nube gris de humo y vergüenza, como si fuera un fugitivo de los días que viví, escondiéndome de la bruma de una historia que nunca hubiese elegido.



Marcelo Truffini